MAREA: Granada se rinde a sus pies.

La banda de Berriozar pasó por Andalucía para presentar «El Azogue». Más de seis mil personas acudieron a la llamada del Kutxy Romero en el Palacio de los Deportes de Granada, con un público entregado que agotó billetes días antes del concierto.

Vestigio de la época más dorada del rock de este país, apuntalada en sonidos tan abruptos como imprescindibles. En riffs sin adornos capaces de punzar sienes hasta el éxtasis y con percusiones muy duras que encaminan a legiones de incondicionales a beberse cada palabra del patriarca. Porque así salió Kutxy Romero al escenario del Palacio de los Deportes de Granada. De negro solemne, camisa abierta al pecho y tocado de pañuelo. Sombrero siempre bien ajustado y callao en mano, dispuesto a dirigir con él a las seis mil almas que abarrotaron una instalación que sólo está disponible ‘para los más grandes’, como pulsaba el cronista Juan Jesús García, veterano de la máquina de Gutenberg en Granada y que también acabó rendido no por una marea, sino por un ‘Txunami’, tal y como los describió.

Los Marea andan despidiéndose mientras nos presentan «El Azogue» y quiera porque sea una de las bandas abocada a cohabitar no dentro de mucho y a fe que para siempre en el rincón de la memoria, o quiera que fuere porque siguen ganando adeptos a la causa, no quedaba un billete en la ventanilla desde unos días antes de que Romero saliera a decir, que le dedicaba la noche a sus primos de ‘Graná’.

Sin teloneros y con el público calentito y entregado desde las diez, abrieron con las encías para tocarse casi todo «El Azogue». Si bien saben los navarros que «El Temblor» se ha convertido en todo un himno porque Alén te lo hace llegar como un estruendo que revienta las esencias de un rock sin adornos pero tampoco sin complejos, que viaja directo a la conciencia. Para cuando Manuela cantó saetas, era imposible apostatar de una religión con los fieles coreando cada verso.

Pocas veces una voz tan carraspeante y tan mal curada de mil amaneceres le dio tanto amor a la música como ese «Corazón de Mimbre«. Pero el micrófono fue también bastón de mando de Eduardo ‘El Piñas’, que se descubre como un vocalista cómodo en temas como «Pecadores» y «Trasegando», suyos pese a que también quiso Romero cederle honores en casi todos los temas de la segunda parte de la obra, que terminaron compartiendo como el último cigarrillo de la noche.

Y como no, hubo homenaje para Los Suaves, con «Dulce Castigo» y «Preparados para el Rock & Roll». El broche lo puso «El Perro Verde», cantado y bailado, con una notable presencia de niños también en el público, dicho sea ahora que el Dauro riega la Alhambra, lo que a quien firma le hace volver a creer en el rock. Quizá haya vida después de Leño, Extremoduro y de Barón Rojo. Marea será para siempre. Efigies eternas para las bibliotecas sonoras a las que acudiremos a curar el corazón y la conciencia. Apuntillaba García en su crónica que por Granada no pasó Marea, sino un maremoto. Y créanme que si un maestro de las letras rinde pleitesías, no es por casualidad. Larga vida a los de Berriozar.


Texto: César Guisado

Fotos: Álex Gámez

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